La población judía mallorquina, que vivía organizada en una comunidad regulada según la ley judaica -aljama-, vivía concentrada en el call (judería) de Inca y, en su gran mayoría, en el de Ciutat, aunque se documenta su presencia en numerosas villas. Los judíos, a causa de sus creencias religiosas, fueron víctimas de una segregación que se incrementó paulatinamente y que llegó a obligarlos, por ejemplo, a ir vestidos con una indumentaria o símbolos distintivos. También fueron privados, mediante la ley o por la práctica consuetudinaria, de una parte significativa de los derechos de qué disfrutaba la mayoría cristiana, como el acceso a los cargos administrativos. Además, fueron objeto de frecuentes persecuciones y de continuas prácticas intimidatorias, sobre todo durante la Semana Santa.
Al odio y animadversión de qué eran objeto por su religión, se añadía el motivado por una de sus actividades más características, junto con el comercio y los trabajos de la artesanía: el préstamo dinerario. Ciertamente, los judíos se aprovechaban -como lo hacían también muchos cristianos- de las dificultades económicas que asfixiaban los prestatarios, pero no es menos cierto que no eran la causa de esa situación.
Las amenazas y las agresiones de tipo esporádico se convirtieron en un alboroto generalizado cuando, en julio de 1391, se propagó en Mallorca la oleada de antisemitismo que, aquel año, se había extendido, como una mancha de aceite, en gran parte de la Europa católica y que solía materializarse en persecuciones y asaltos en las juderías. En agosto de 1391, un gran número de hombres de la Part Forana, a los cuales se unió un buen número de residentes en Ciutat, destruyó el Call de Inca y asaltó el de Ciutat y, al parecer, también hicieron lo mismo con las viviendas de los judíos del resto de villas de Mallorca. Es cierto que este levantamiento tuvo también una indudable vertiente reivindicativa, sus portavoces solicitaron, entre otras iniciativas, la supresión de los impuestos indirectos y profundas reformas institucionales-, pero no es menos cierto que este episodio no se puede desligar del intenso antisemitismo de la mayoría cristiana "de natura".
Los asaltos y saqueos causaron el pánico de los judíos mallorquines: muchos huyeron, sobretodo al norte deÁfrica y los hubo también que continuaron residiendo en la isla, convirtiéndose al cristianismo. Aún así, una fracción importante de los judíos mantuvo su residencia en Mallorca. La conversión no libraba a los antiguos judíos de la segregación ya que, tal como afirma el historiador Pau Cateura, el converso continuaba siendo un ciudadano bajo sospecha. Bajo la sospecha de querer huir a África y abrazar de nuevo el judaísmo, o de practicarlo en privado y de relacionarse con los judíos que continuaban habitando en el Call. En 1435, ante el peligro de volver a sufrir un ataque parecido al de 1391, la totalidad dejudíos mallorquines se convirtieron al cristianismo. Una conversión que, muy a menudo, sólo fue nominal lo que motivó, a partir del 1488, las persecuciones de la nueva Inquisición castellana.